La vida está tan llena de sorpresas, algunas buenas, otras malas, otras peores, pero está también llena de muchas enseñanzas. Ya sé que eso es algo que todos sabemos, pero a mí no deja de sorprenderme. Me he dado cuenta personalmente de que a mí la vida me ha enseñado que todo cambia, todo el tiempo, y que no puedo jamás bajar la guardia. Si algo me hizo bien alguna vez, una práctica excelente para mejorar mi mente y mi cuerpo, nunca debo dejar de hacerlo sólo porque ya estoy bien. No debemos soltar aquello que sabemos que es una práctica que nos edifica y, sobre todo, que es positiva para la mente.
El mundo ahora está demasiado congestionado de incertidumbre, distracciones, materialismo y muchas tribulaciones. Debemos estar preparados para poder enfrentarnos a él y en eso yo puedo decir que una de las mejores prácticas es la meditación. Yo soy cristiana, por lo que a mí personalmente me gusta la meditación. Es como lo dicta la Biblia, por ejemplo, en Filipenses 4:8 ya nos enseñaban a hacerlo: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en eso meditad." Esto nos enseña que meditar no es poner tu mente en blanco; eso es imposible, ya que nuestra mente está hecha para pensar. La forma de hacerlo es practicando, ponerte en una posición cómoda y centrarte en algo a lo que sí quieres poner atención.
Somos cuerpo, mente y espíritu. Por eso yo considero que es muy bueno meditar, no meditando a espíritus como el Hare Krishna o chakras (por favor, no hagan eso), pero usando tu cuerpo y mente para acercarte más a Dios y a su paz. Esto se logra practicando todos los días, ya que muchas veces no nos damos cuenta, pero la mayor parte del día vivimos en piloto automático y no estamos prestando atención a lo que está pasando en el momento. La meditación te ayuda a eso, a que vivas, no sobrevivas y disfrutes la vida a plenitud.
Y ¿Cómo se medita? Pues simplemente es sentarse o acostarse cómodamente, mantener los ojos cerrados o abiertos mirando en un punto y centrarse en algo: un versículo bíblico corto que te guste junto con la respiración. Durante ese momento, que puede ser 5 min, 20 min, 1 h o el tiempo que desees (si eres principiante, es bueno empezar con 5 minutos), es común que nos aparezcan pensamientos. Pues ahí lo que se hace es atenderlo, o sea, prestarle atención, y luego suavemente volver a tu foco de atención. Eso se hace las veces necesarias, no importa cuántas veces sean, pero eso ejercita la mente porque ayuda a que nos demos cuenta cuando nos distraemos. Cada vez que haces eso, estás haciendo algo maravilloso para tu cerebro. Recuerda que esos pensamientos vienen del subconsciente y no representan quiénes somos. A veces pueden ser pensamientos que nos causan angustia o estrés, y a veces son sólo recuerdos o planes para el futuro. No importa qué tipos de pensamiento sean, lo importante es que los veas como un espectador en una sala de cine, los dejes ir y te vuelvas a centrar. Puedes decirle a ese pensamiento "¡hola!" y luego "chao!" y lo dejas ir para volver a centrarte. Este ejercicio te enseña a vivir en el presente, a crear un cerebro más feliz y más pacífico. Además, si te centras en un verso positivo bíblico, te enseña a tener la mente más enfocada en las verdades de Cristo y menos en este mundo tan caótico que está tan lleno de mentiras.
Imagínate la cantidad de pensamientos que tenemos al día, por la sobreestimulación en la que vivimos, y cuántos pensamientos han ocupado nuestra mente demasiado tiempo, incluso causándonos malestar físico. Si lo vemos científicamente, cuando esos pensamientos se tornan obsesivos, estamos creando un cerebro ansioso, y eso activa la amígdala cerebral, que es su parte más rudimentaria y la que despierta la alarma tanto en nuestra mente como en nuestro cuerpo. Esto ocasiona que todo el cuerpo reaccione a un peligro que no existe, activando las hormonas del estrés como son la adrenalina y el cortisol, y disminuyendo las hormonas de la felicidad y la calma como son la dopamina y la serotonina. Nuestra corteza prefrontal, nuestra parte más consciente, se altera y permite que la amígdala domine. Por ende, nuestro cerebro estará cada vez más fuera de nuestro control.
La meditación ayuda a que eso cambie, a que nuestro cerebro forme nuevas conexiones y se familiarice más con la calma, a que el sistema parasimpático sea el que domine más tu día, no el simpático que te pone en un estado de alerta.
Esta práctica es gratis, fácil y no necesitas más de 20 minutos al día para ejercitar esa parte tan importante de tu cuerpo que es tu cerebro, el cual maneja todos tus sistemas y el cual te brinda la realidad que tú quieres vivir.
Empieza desde hoy, tómate 5 a 10 min al día y hazlo por un mes, verás como te vuelves más atento, duermes mejor y disfrutas más de cada momento. No pierdes nada con intentarlo, todo lo contrario, vas a ganar mucho.