viernes, 30 de octubre de 2020

EL PAÍS DE LA FANTASÍA

Mi país de la fantasía, 
lo conocí al mediodía 
cuando me reconocí en aquel espejo 
de marco dorado y disparejo. 

Para llegar a este hermoso lugar, 
un gran ascensor debía tomar, 
del cual emanaba una suave tonada, 
que todos los días me convocaba. 

Hasta parar en aquel piso,
donde abría las puertas al paraíso, 
donde los niños fuimos más libres, 
donde nos sentimos invencibles. 

Aquí el rey era un colosal árbol
que nos cubría de la lluvia y el sol,
que nos regalaba una bienvenida,
junto con algo de su sabiduría.

Las plantas me hablaban y saludaban, 
las mariposas volaban y me cantaban, 
los saltamontes jugaban y me decían, 
qué camino en el césped tomarían. 

Y así al final de aquel día
todos te regalaban una poesía,
y un "hasta pronto" con la promesa,
de que a este país siempre se regresa.

Mi regreso al país de la fantasía,
empieza con las memorias de aquel día, 
donde me vi por primera vez, 
y mantuve intacta mi niñez.

Para mis sobrinos... que tengan siempre en sus corazones su propio país de la fantasía y nunca muera el niño que tienen en su interior. Los amo con mi vida!

lunes, 3 de agosto de 2020

A MI TÍA OLGA


Mi tía Olga... ¡Qué ser tan especial que fue! Creo que no conocí a nadie más dulce y dedicada a sus sobrinos como ella. Su sonrisa tímida y pícara cuando alguien hacía algún comentario imprudente, y su mirada de asombro algo escondida al bajar la cabeza y ponerse la mano en la mejilla para que no la vean. Nunca olvidaré como se reía tapándose la boca cuando ocurría algo muy chistoso, ni de todos los momentos que ella me regaló y que tuve la suerte de compartir con ella.  

Mis primeros recuerdos de ella son cuando yo era muy pequeña, estaba en la Escuela Moderna y mis padres trabajaban, así que ella siempre me pasaba recogiendo en su carro azul. Me llevaba a su casa en la ciudadela Bolivariana que compartía con su mamá, mi abuelita Mechita (realmente mi bisabuela);  y me tenía siempre mi comida favorita: sandwich de queso caliente y coca cola (porque yo era "difícil" con la comida).  A la coca cola le decía "cola en whisky" y la historia de ese nombre radica en que en cada reunión familiar yo había sido testigo de la adición de ese conocido licor a esa famosa gaseosa en las bebidas de los adultos. Así que, como yo también quería sentirme importante le dije que por favor le añada whisky a mi cola, entonces cada vez que me servía un vaso de coca cola me decía: "Aquí le estoy preparando una cola en whisky".  En todo caso, mis almuerzos en su casa eran siempre en la sala, frente al televisor donde tenían tres sillas con un banquito al frente para levantar los pies. La tercera silla era para mi, más pequeña obviamente, con un banquito igual de chiquito. Nos colocábamos las tres ahí muy cómodas y a la vez previniendo la mala circulación en nuestras piernas, algo que agradezco inmensamente hasta el día de hoy. Una vez sentada, me ponía mi mesita al frente y comía muy contenta mientras veíamos la televisión. No recuerdo los programas, sólo recuerdo que esos eran momentos de mucha felicidad y paz para mi.

Algo que ella y yo siempre compartimos fue nuestro gusto por el cine y nuestro hoyuelo en la mejilla. En cuanto al cine, nos gustaba mucho ir al Maya, que quedaba en Urdesa. Ella hacía de esas salidas todo un evento, invitando a todos sus sobrinos-nietos a la vez. Una anécdota que hasta ahora recordamos con mis primos, es que tenía siempre preparado un picnic que llevaba en su cartera (o ¿era una canasta?), y que sacaba cuando empezaba la película. De esa forma, no teníamos que hacer fila para comprar en el teatro la comida, sino que ya teníamos todo listo. La comida era nutritiva y distaba mucho de lo que podrían imaginarse comer en un cine, hasta ahora también recordamos con nostalgia la variedad de esa dieta. Ahora que lo pienso mejor, con todos los sobrinos que llevaba, era lo más práctico, para así evitar que alguno se le escape. Todos éramos bastante inquietos así que no ha de haber sido fácil controlarnos.

Cuando crecí, nuestro gusto por el cine nos acercó más, sobretodo por las películas de terror. En esa época mi bisabuela ya había fallecido así que mi tía vivía sola. Yo era (bueno aún soy) sumamente miedosa, así que me quedaba en casa de mi tía para ver esas películas y dormir a lado de ella. Yo la admiraba porque cuando ella estaba sola también las veía ya que eran sus preferidas, y yo le preguntaba si podía dormir tranquila y me decía que sí. Para mi eso era increíble porque yo jamás habría podido hacer eso, peor después de ver Martes 13 o Halloween, (no sé si mis papás sepan que eso veía con mi tía a esa edad jaja). Pero a ella creo que jamás la vi mostrar temor, y esa falta de temor no sólo se limitaba a las películas, sino a toda su vida. 

Ella fue una de las personas que más me apoyó cuando decidí estudiar Medicina. Ahí descubrí algo que también nos acercó mucho más y que me hizo comprender que yo iba a cumplir uno de sus más grandes sueños. Ella había estudiado Medicina hasta el segundo año, y era, junto con otra compañera, la única mujer en su aula. Pero a ella eso no la intimidaba o importaba, estaba feliz de poder estudiar en la universidad y ser doctora. Desafortunadamente, por cosas de la vida, tuvo que abandonar su sueño y empezar a trabajar. Eso le dio mucha tristeza, pero su sentido de responsabilidad fue más fuerte, y consiguio un trabajo en una empresa llamada EMELEC donde trabajó y se destacó por muchos años hasta llegar a jubilarse ahí.  Por esta razón, cuando le dije que estudiaría Medicina, se emocionó mucho. Fue tanta su emoción que hasta me compró unos libros de Anatomía para que pueda pasar mi primer año. Los años pasaron y siempre conversábamos sobre mis clases y la universidad. Y lo mejor es que me pudo ver terminar mi carrera y fue mi carrera la que me permitió estar ahí cuando empezó a enfermarse, dándole un poco más de tranquilidad y alivio cuando no entendía lo que le pasaba.

Y así, hay tantas historias que podría contar sobre mi tía, pero serían para escribir un libro: el como amaba celebrar sus cumpleaños con toda la familia, y como lo hizo hasta que su cuerpo se lo permitió, el intercambiarnos libros que nos gustaban, el como le encantaba usar lindos vestidos y el como odiaba usar lentes,  las lindas conversaciones que tuvimos en nuestros almuerzos que acordábamos días antes para compartir unas horas sólo ella y yo...y  me detengo aquí porque esos días fueron verdaderamente memorables. En esos almuerzos tuve la oportunidad de conocer mucho más sobre ella y su vida, sobretodo su vida pasada. A ella no le gustaba mucho hablar de eso, era muy reservada, por lo que el que me haya dado esa confianza me hizo sentir muy afortunada y siempre estaré muy agradecida por haber logrado escuchar esas historias directamente de ella. Lo único que lamento es que no haya podido asistir a mi boda o conocido a mi esposo ¡Sé que le hubiera encantado estar presente y hubiera disfrutado muchísimo!

Ahora que ya no está, extrañaré verla en las reuniones familiares (a las que nunca faltó), recibir de ella sus regalitos a escondidas con una palabra cariñosa, verla en ese lugar donde siempre se sentaba para ser espectadora de todo lo que acontecía a su alrededor. La casa podía estar llena de gente, pero su presencia era lo que realmente la llenaba, le daba una sensación de confort, de respeto, de elegancia, y para mi el sólo saber que estaba ahí me hacía sentir que estaba en familia. Eso logran las personas que sabes que te quieren de verdad, de manera incondicional, y que no importa donde estés o cuánto tiempo pase, el verla o escucharla te da seguridad y fuerza; porque sabes que te acepta tal cual eres, que quiere lo mejor para ti y que te recibirá siempre con los brazos y el corazón abierto.

Esa era mi tía Olga, una mujer llena de amor, un ejemplo de vida, una maestra de bondad, honestidad y nobleza; una mujer prudente, trabajadora, y muy peculiar. La extrañaré inmensamente, pero sé que ella siempre será parte de mi porque ella es parte de quien soy, con ella crecí y de ella aprendí mucho. Mi tía querida, por usted me tomaré otra cola en whisky para celebrarla, ahora que está ahí, en esa otra dimensión, donde espero esté celebrando con esa otra parte de la familia que ya se ha ido; y donde sólo los grandes seres que han pisado esta tierra merecen estar.  Salud por usted tía querida!

sábado, 6 de junio de 2020

PROTEGE TUS IDEAS

No permitas que tu mente se rinda ante las multitudes, sé valiente, auténtico y desarrolla tu pensamiento crítico. Vital en todos los tiempos. Vital en este tiempo.
Si hay algo que no te parece correcto, así la mayoría a tu alrededor diga que lo es, no dudes en expresarte, trata de ser preciso en tu lenguaje y respetuoso, pero no temas decir lo que tienes que decir.
Cuestiónalo todo, sé curioso, y ten la mente abierta para aprender, ya que toda historia tiene dos caras (a veces más de dos). Cambiar de opinión no demuestra debilidad, sino fuerza de carácter: si lo haces con convicción y conocimiento; no por presión o temor. Escucha para comprender lo que la otra persona tiene que decir, el hecho de que no piensen igual, no necesariamente la hace una mala persona o que esté del todo equivocada. Cada persona tiene una distinta forma de ver la vida, y ha pasado por diferentes situaciones, que posiblemente han formado su pensamiento y su criterio. No descartes que puedes aprender del otro, tal vez sobre eso puedan encontrar un punto de acuerdo. Si no es el caso, y estás seguro de tus ideas, así como los demás de las suyas, no dejes de defenderlas, y no pidas disculpas por pensar diferente; sobretodo si tu intención es noble y se basa en construir, no destruir. No puedes controlar como actúan los demás, sólo como actúas tú.

Trata de rodearte de personas más inteligentes que tú. Nunca dejes de aprender, la sabiduría no tiene edad, más bien se logra con experiencia y aprendizaje constante. Como dijo Jordan Peterson: "Lee a grandes personas, escribe para que aprendas a pensar, y habla para que aprendas a dialogar. Eso te hará increíblemente poderoso".

viernes, 24 de abril de 2020

HÉROES


HEROES

Ahora salir de casa es casi como ir a la guerra. Las esposas se angustian cada vez que a su esposo le toca el día que debe salir a hacer las compras. Muchas tal vez no duermen bien la noche anterior, capaz no han dormido bien ninguna noche, pero ésta, en especial, es la noche más insomne y turbia de la semana. Llega la mañana y les vuelven a dar todas las indicaciones a sus esposos para que eviten contagiarse (aunque ellos ya se las saben de memoria); pero pensamos: mejor repetir ya que los hombres son menos cuidadosos que nosotras (o al menos eso creemos). Que no se toquen la cara, que lleven el gel de alcohol, que se limpien las manos cada vez que tocan algo, que pongan el alcohol en la manija del carrito de compras, que usen su mascarilla, y si es posible, un casco con plástico transparente para protegerse la cara, que no se rasquen los ojos ¡así no aguanten! (esta última se la repito mucho a mi paciente esposo). Bueno, todo eso pasa por las cabezas de las mujeres. Y los hombres...es muy probable que ellos tampoco hayan dormido, ni la noche anterior, ni ninguna noche. Salen de casa con cautela y con el corazón en la mano, saben el riesgo que corren, saben que pueden enfermarse, saben que deben gastar más dinero del que no tienen, y saben que deben pensar como volver a producir para seguir alimentando a su familia. Pensamientos que a cualquiera podría causarle un ataque de pánico, pero su nivel de estrés ya ha sido superado por su instinto de protección y supervivencia. Los mismo en aquellas familias donde sólo hay un papá o una mamá, la diferencia es que esos pensamientos no son compartidos, las preocupaciones se duplican. Pero todos siguen, con el pecho estrujado, con el corazón palpitando a ritmo acelerado. Por dentro caos, por fuera serenidad, una falsa serenidad que está para mostrarla a aquellos que dependen de su estabilidad física, mental y emocional. 

Si en la familia hay un médico, una enfermera, un policía; personas que estarán en contacto con otras y que deben trabajar por varias horas, la angustia se triplica. Muchos ni siquiera pueden volver a casa, o abrazar a sus hijos. Deben aislarse para no contagiarlos, para protegerlos. Profesionales que si bien eligieron su carrera, jamás se imaginaron vivir algo como esto, pero que tuvieron que aprender en tiempo récord a manejar y manejarse dentro de esta batalla desigual. Muchos cayeron abatidos, perdiendo la vida, infectados por grandes cargas virales que su cuerpo no pudo resistir; personas que jamás serán olvidadas. Otros lucharon hasta que lograron superar su infección y vencer y otros aún están luchando para superarla. Tenemos a los que han corrido una mejor suerte, que han podido desviar al virus, al menos momentáneamente, pero que siguen en el campo de batalla haciéndole frente y arriesgándose a pertenecer a uno de los grupos mencionados anteriormente.

Esto que describo es sólo una pequeña muestra de lo que está pasando en el mundo actualmente. No es sólo en una ciudad, no es sólo en una ciudadela, es todo el mundo. ¿Quién iba a pensar que en pleno siglo XXI viviríamos una pandemia de esta magnitud? Pensábamos que lo teníamos todo bajo control, que la tecnología estaba tan avanzada, y ni hablar de la ciencia. Llegó un virus y nos volvió chiquitos a todos. Pero esta pequeñez sacó desde lo más profundo de nuestro ser una grandeza que tal vez no conocíamos, y nos convirtió, nos sigue convirtiendo. Sacó nuestros más bajos instintos así como nuestros más nobles sentimientos, demostrados en nuestras acciones del día a día. Unos se rinden ante esos bajos instintos y otros se llenan de esa gran nobleza. Esos actos son los que nos indican quienes serán héroes en esta guerra. Y los vemos en padres, madres, médicos, policías, bomberos, enfermeras, tecnólogos, recolectores de basura, cajeros y muchos más. Es una guerra que aún no acaba, que continúa dándonos batalla tras batalla. Es larga, sangrienta, contra un enemigo cobarde e invisible, muchas veces desoladora y llena de dolor.  Pero como todo mal, saca a relucir el bien, y el heroísmo de aquel ser humano que es lo suficientemente valiente como para hacerle frente.

No podría saber cuantos nuevos héroes han aparecido y seguirán apareciendo, pero el saber que los tenemos me da un gran sensación de esperanza, de fe y de bienestar. Tendremos un mejor futuro gracias a ellos, eso lo puedo asegurar.

sábado, 4 de abril de 2020

CUANDO TE ABRACE OTRA VEZ



Las cicatrices del alma se irán cerrando,
la angustia del pecho se irá apagando,
no sentiremos más la desoladora ausencia,
o que el tocarnos sea una inconveniencia.

Nuestras lágrimas formarán una esperada laguna,
que unirá nuestras sonrisas de sal y media luna,
que inundará nuestro pecho de una sublime emoción,
que nos unirá en el silencio y en un sólo corazón.

Nos alumbrará la luz de un nuevo comienzo, 
en un mundo cambiado, muy herido y tenso,
pero al sentir tan cerca tu cuerpo y tu calor,
calmará la sensación de incertidumbre y temor.

No me importará si me estrujas muy fuerte,
no me quejaré si nuestros brazos duelen,
al entrelazarnos sin moderación ni cuidado,
porque ya finalmente estarás a mi lado.

Y a nuestro alrededor el viento, cantará una tonada,
que nos envolverá hasta la madrugada,
un canto que sólo tú y yo volveremos a escuchar, 
cuando nos reencontremos y nos volvamos a abrazar.

Cuando te abrace otra vez,
podremos volver a soñar,
la vida tendrá un nuevo sentido,
porque en mi realidad, tú nunca te has ido.


miércoles, 25 de marzo de 2020

DEL SUEÑO A LA CORONA

Parecería un sueño todo lo que estamos viviendo, pero no uno agradable, sino de esos que quieres despertar y no puedes. Cuando soñaba que me perseguía un delincuente y él se movía pero yo no podía dar ni un paso. Jamás pensé que se haría realidad, que aparecería un enemigo real que nos acecharía a todos nosotros, y que no podríamos movernos del lugar de donde estamos. Pero la diferencia con mi pesadilla es que el no movernos es lo que podría salvarnos.

Aprender a estar quietos, aprender a ser pacientes, a esperar; muchos aún no tenemos bien claro qué es lo que estamos esperando: una vacuna, un cambio de mentalidad, un cambio radical de la sociedad, un milagro... Lo que sé es que esta pandemia nos traerá increíbles historias, historias de heroísmo, de tragedia, de superación, de humanidad, así como también de maldad y egoísmo.

Yo pienso que vamos a crecer mucho, espero más fuertes y sabios, más maduros y agradecidos, incluso talvez un poco (o mucho) más locos y temerarios. Nos va a pegar duro, y lo tendremos que afrontar, personas que queremos, personas cercanas, personas lejanas, todas nos afectarán, porque haremos de su sufrimiento el nuestro, de su desesperación nuestra impotencia, todo esto nos marcará. Pero no somos tan impotentes, también tenemos mucho por hacer. Tenemos este tiempo para demostrarnos a nosotros mismos de todo lo que somos capaces, de sacar nuestra creatividad, nuestro talento muchas veces escondido, y regalar a este mundo un poquito más de esa esperanza que tanto nos hace falta.

Estos son solo pensamientos que tengo en estos momentos, después de haber hablado con tantas personas por mi celular,  haber conocido virtualmente un sinnúmero de personas que hasta ayer me eran desconocidas,  que necesitan una ayuda médica o un consejo que los mantenga en casa, que no los obligue a salir, por el temor a contagiarse o contagiar. Ver a tantas pidiendo ayuda y también a tantas ofreciéndola. A pesar de toda esta angustia y espera, no me queda más que sonreír, porque al final del día no somos tan diferentes, estamos conectados y nos necesitamos. Eso cada día está más claro, si tu vecino está bien, tú también lo estarás, y es bueno que lo vayamos comprendiendo cada vez más.

No, no es un mal sueño, es una realidad, y será lo que nos cambiará por el resto de nuestras vidas, sólo espero que para mejor, tengo fe de que así será...

viernes, 7 de febrero de 2020

ENSUEÑO


Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel:
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel

Aun el más pobre puede hacerlo, 
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.

Ahora estoy en Nicaragua, el mar y la brisa me mantienen en este ensueño que describe Emily Dickinson.

...Y así me quiero quedar...por ahora.