miércoles, 3 de noviembre de 2021

MI TRASTORNO DE ANSIEDAD (y como lo pude superar)


En Noviembre del 2020 (el año del COVID) volví a Ecuador para visitar a mi familia. 

Poco sabría que ese sería el comienzo de una pesadilla interna que había ignorado por meses, talvez años.  Empecé meses antes con taquicardias y palpitaciones en la madrugada, además de pensamientos que me dificultaban retomar el sueño. Yo pensaba que esto era normal, ya que mi esposo Patrick tiene la misma dificultad al despertar en las madrugadas. Ambos pensamos demasiado las cosas ("overthinkers"), y nos gusta resolverlo todo en el momento y no dejarlo para después. 

En todo caso, después de unos meses de esto, me di cuenta que había bajado mucho de peso, más de lo normal. Cuando conocí a Patrick pesaba 150 lbs y al pesarme esta vez, vi con horror que había adelgazado 25 lbs sin ninguna razón. Algo que nunca me había pasado, sobretodo porque seguía comiendo de todo y bastante. Eso me hizo pensar que algo no estaba bien, pero imaginé que sería algo físico, no mental. Estaba equivocada.

Al llegar a Ecuador, mi delgadez fue evidente para mi familia. Mis padres y hermana no me lo hicieron  notar, pero sí mis abuelitos. Eso me alarmó más, por lo que una mañana me desperté y mientras me desperezaba en la cama, me toqué la barriga y subí con mis manos hacia mis costillas, sintiéndolas claramente, y me di cuenta lo delgada que estaba, asustándome mucho, más de lo normal.  Desde ahí se disparó algo aterrador que no me soltó por meses. Era una angustia permanente acompañada de una sensación de electricidad que me recorría todo el cuerpo, todo el día, sin parar. Sentía que iba a morir y todo me daba miedo: salir, estar sola, estar acompañada, vivir. No sólo es la sensación física, sino el terror constante que llena tu mente de oscuridad.  Siendo yo una persona a la que le gusta controlarlo todo, el no poder con esto que sentía físicamente, ni lo que pasaba por mi mente, me llenaba de más angustia, transformándose en un círculo vicioso sin escapatoria. Y como muchas personas que piensan “esto nunca me va a suceder",  yo también pensé que esto jamás me pasaría, pero me pasó, y tuve que aceptar esta realidad como mía.

Afortunadamente, yo no puedo dejar las cosas así, y al darme cuenta que esto ya era un problema mental, aunque dentro de mi seguía obsesivamente pensando que tenía una enfermedad grave por mi pérdida de peso, decidí pedir ayuda. Inmediatamente me eché a la búsqueda y encontré a una psiquiatra y una psicóloga. También fui a ver a una amiga gastroenteróloga porque tenía ardor estomacal y obviamente pensé que tenía la peor enfermedad, y que por eso había bajado tanto de peso. Mi gastroenteróloga me dijo que lo más probable es que sea una úlcera por estrés y me envió tratamiento, además de unos exámenes que no pude hacerme por miedo al resultado (yo seguía pensando que era algo más grave que una úlcera).

Mientras tanto, mi psiquiatra me diagnosticó Trastorno de Ansiedad con inicios de depresión y Trastorno Obsesivo Compulsivo. No me sorprendió porque mis síntomas eran sumamente fuertes y pedía a gritos que me mediquen (los gritos estaban en mi mente, no le grité a la doctora por si acaso). Fue un alivio cuando la doctora dijo que lo iba a hacer, pero esa medicina recién haría efecto en unas 4 semanas. Mientras tanto, debía usar otro ansiolítico de efecto más inmediato para poder aguantar los días y dormir en las noches. Desafortunadamente no me ayudó mucho en los días ya que sólo me sedaba un poco, y la ansiedad y el terror... bien gracias, seguían ahí, intactos. La dosis más alta del ansiolítico que me tomaba en las noches sí me ayudó a dormir, y realmente necesitaba ese descanso, para poder levantarme con algo de energía y poner manos a la obra para recuperarme. No es fácil ya que a veces lo que quieres es solo dormir y olvidarte de todo, pero mi mente tampoco me dejaba seguir descansando, así que lo mejor era moverme. 

La psiquiatra me ayudó a entender que mi estado físico estaba íntimamente ligado a mi estado mental, y que mi pérdida de peso era consecuencia de la pérdida de energía constante, causada por un desbalance químico que mi mente ocasionó, por mi predisposición genética de ansiedad (químicamente tenía el cortisol y adrenalina que son hormonas de estrés, sumamente elevadas y la serotonina a la que le llaman la hormona de la felicidad, sumamente baja). Básicamente estaba en un estado de alerta constante, como si siempre estuviera en peligro. 

Con mi psicóloga el tratamiento se basaba en aprender a manejar mi mente crónicamente ansiosa, y ver las situaciones de forma completamente diferente a como lo había hecho hasta ahora. Es decir, aprender a desaprender muchos malos hábitos de mi pensamiento, como es el deseo de controlarlo todo, y el empezar a ver las cosas desde una perspectiva más realista, más positiva y menos catastrófica. La verdad, yo soy una terrible ¨adivinadora del futuro¨, ya que todos esos pensamientos trágicos nunca se han cumplido y muy posiblemente jamás se cumplan. 

Como yo soy obsesiva, (ahora ya diagnosticada y algo que irónicamente utilicé para mi beneficio en mi recuperación) me dediqué a investigar día y noche sobre mi trastorno y la forma como salir de ese estado. Empecé a seguir una dieta saludable que me eleve esa hormona de la felicidad y me ayude a subir de peso: banano, aguacate, huevos, lácteos, cereales integrales, legumbres, carnes blancas, y mucha agua para estar hidratada. También me levantaba muy temprano a caminar.  En esas caminatas trataba con dificultad de disfrutar de los árboles, el cielo, los pájaros, a estar más atenta de lo que pasaba a mi alrededor y menos de lo que pasaba en mi interior.  Además aprendí a meditar con aplicaciones y con vídeos que te enseñan a hacerlo, te guían y ayudan mucho a relajarte. 

Mi camino a la recuperación no se detuvo ahí. El primer día de mi ansiedad constante recibí la llamada de una amiga muy querida: Patty. Ella me escribió preguntándome si estaba bien. Fue un mensaje sorpresa, sin un motivo especial, sólo había visto mi fotografía y decidió contactarme. Ese mensaje me hizo abrirme con ella y contarle todo lo que me estaba pasando, y ella me dijo algo que me dio una nueva esperanza en una nota de voz. Me dijo: "Andrea tú eres muy especial, y esto que te está pasando es un llamado, Dios tiene algo contigo. Búscalo." 

Yo siempre he dicho que creo en Dios, pero nunca realicé una búsqueda profunda, o tuve esa curiosidad para conocerlo bien y realmente enamorarme de El. Y empecé a orar todos los días y no sólo eso, a buscar escritos y videos de personas que habían superado su ansiedad con El. Y encontré tesoros en internet. Encontré a personas que daban maravillosos consejos que aliviaron tremendamente mis días y me ayudaron a seguir.  De los videos que más me llegaron, debo mencionar los de un chico llamado Alfonso Guenique (se los aconsejo, pueden encontrarlo en YouTube). Un joven escritor español que cuenta con gran detalle su primer ataque de pánico en un viaje de Año Nuevo a Madrid. Me sentí muy identificada con él y con lo que sentía; y la forma como fue superando esa pesadilla que vivió, gracias a como fue acercándose cada vez más a Dios y como fue creciendo su Fe. Sus palabras me llenaron de tanta esperanza que veía sus videos todos los días, lo cual me daba mucho alivio en medio de esa tormenta que tenía por dentro. Mi trastorno obsesivo se manifestaba en la diaria búsqueda de sus grabaciones, tanto así que lo encontré por redes sociales para agradecerle por compartirlas.  Pensé que debía saber como sus experiencias relatadas me habían dado mucha paz y que quizás hasta podrían haberme salvado la vida. Y su respuesta fue muy cariñosa y llena de una sincera alegría al saber que tanto bien me había hecho, así sin conocerme. Otro ángel más de tantos que me levantaron, talvez sin darse cuenta. 

Y así Dios siguió mostrándome el camino... Una mañana que estaba desayunando con mi esposo, me llamó una chica llamada Delia, y me dijo que quería hablar de Dios. Yo no pensé nada, sólo dije "sí". Empezó a llamarme todos los jueves para estudiar la biblia y me acompañó en momentos muy difíciles. Delia se convirtió en una gran amiga y hasta ahora estudiamos juntas. 

El verdadero descubrimiento de Dios, el conocer su palabra, su amor tan grande por nosotros, el saber que nunca estuve sola y que El sigue ahí, me ha llenado la vida. Dios me ha dado la maravillosa familia que tengo: mi hermana que supo decirme las palabras precisas, que me conoce como nadie, y siempre supo ver como me sentía, llegando en los momentos de mayor desesperación. Mi mamá que con prudencia y amor me ayudaba a comer bien sin criticas ni presiones, que sabía respetar cuando necesitaba estar sola, y quien siempre me demuestra la confianza de que puedo superarlo todo, incluso esta enfermedad. Mi papá que siempre está presente y sabe como hacerte sentir protegida. Mi esposo que sin entender lo que me pasaba (realmente nadie lo entiende hasta que lo vive en carne propia), su amor y su compañía supieron hacerme sentir amada y acompañada. Mis sobrinos maravillosos y especiales,  que tan solo con su presencia, me dan más fuerzas. Y mis amigas hermosas que me llamaron en el momento de mayor necesidad, ayudándome a conocer y acercarme a Dios. 

Poco a poco fui ganando fuerzas, a subir de peso, y después de varias semanas de caminatas diarias con la cabeza baja y con lágrimas en los ojos, pude levantar la cabeza, cambiar las lágrimas por sonrisas,  y correr, correr como nunca antes lo había hecho, con una nueva ilusión y una profunda gratitud. Empecé a realmente disfrutar de todo lo que que veía a mi alrededor, los pájaros, los árboles, las personas que pasaban, el cielo, el viento, y a sentir una felicidad nueva, más real e intensa que la que había sentido jamás. 

Ahora sé que todo en mi vida es una obra de mi Padre Dios, quien nunca se alejó de mi lado, y quien sabe lo que puedo manejar y lo que me dará más valor, más sabiduría, y un propósito noble que aún estoy descubriendo. 

En este descubrimiento sigo, enamorándome cada día más de la vida y sobretodo de Dios. Desde que empecé a orar diariamente, aprendí a agradecerle cada mañana, aún en los días más difíciles. En esos días de más profunda oscuridad oraba: ¨Gracias por este dolor Señor, porque me enseñas a luchar más, a ser más fuerte y a aprender a levantarme.¨  Y algo que aprendí de los videos de Alfonso y por los consejos de mi hermana es que debemos aprender a pedir, y que pedirle a Dios que me ayude a ser feliz y a hacer felices a los demás,  quita mucho el enfoque en el propio dolor, y ayuda a concentrarnos más en las otras personas.  En ese descubrimiento mis estudios bíblicos toman una especial importancia. Los realizo tanto con Delia como con Patty, y son los que me llevan a tierra, o mejor dicho, al cielo, más cerca de El, y ese es mi propósito, conocerlo, amarlo y seguirlo. 

Este escrito era algo que tenía que realizar, porque nunca quiero olvidar el momento más oscuro de mi vida, ya que los momentos más oscuros, forman el carácter, alimentan el espíritu y limpian el alma y el corazón.

Todo lo que me pasó y todas las personas que ayudaron a mi recuperación, tienen un lugar muy especial en mi corazón. Yo siempre seré ansiosa, y cada día debo recordarme que lo soy para no dejar de lado todo lo que aprendí en ese camino y evitar desviarme. 

Si sientes algo parecido, por favor, no dudes en buscar ayuda profesional, apóyate en tu familia y amigos, en las personas que sabes que te quieren bien, y no dejes de buscar ayuda espiritual. De esa forma tu alimento es completo y te aseguro que vas a poder superarlo si eres constante y agradecido, hasta de lo malo. 

Esto es para ti, para que sepas que cuando llega ese momento oscuro a tu vida, es porque eres muy especial y Dios tiene algo contigo. Búscalo, El te está esperando.